Hay un ‘quartiere’ en Roma que sin haber sido tomado aún por las hordas turísticas ya lucha contra la gentifricación: Pigneto. Todavía es un barrio ideal para hacer vida romana, con mercadillo callejero de vistosas verduras, mercado estable, tiendas de discos donde comprar un buen vinilo de Lucio Battisti –hablo con conocimiento de causa- y modernizados bares para tomar el casi obligatorio aperitivo vespertino.
Construido en los albores del Novecento, Pigneto fue severamente bombardeado por los aliados en julio de 1943; se cargaron innumerables edificios y toda la flota de camiones de la basura, que aún no ha sido repuesta, pues la ‘immondizia’ desborda con nauseabundo olor los contenedores de residuos de este y otros barrios de Roma. Neorrealismo del siglo XXI donde no falta quien le echa la culpa a la actual alcaldesa, Virginia Raggi, del Movimiento 5 Estrellas.
Abro aquí un paréntesis para hacerle un copypast al cronista de El País, Daniel Verdú, que ya en 2017 apuntaba directo a la gestión de la primera edil. Es muy ilustrativo: “Una gaviota levanta el vuelo junto a la cúpula del Panteón y un grupo de turistas miran al cielo horrorizados. Lleva en el pico un roedor muerto que, se veía venir, termina precipitándose entre el tumulto. Dos militares se apartan espantados. Tres japonesas gritan y el pájaro intenta recuperar penosamente la cena del día. La grotesca escena no es nueva en una ciudad que atraviesa graves deficiencias en el servicio de recogida de basuras. Pero es solo uno de los problemas que la alcaldesa, Virginia Raggi, en quienes muchos vieron hace un año la réplica italiana a Ada Colau o Manuela Carmena, no ha logrado solucionar en el primer tramo de su mandato”. El resto del artículo lo podéis leer en este enlace. No tiene desperdicio.
Próxima estación: las ruinas
Volvamos al Pigneto. Hacerlo en metro desde el centro es una aventura subterránea y arqueológica de una media hora de duración con transbordo en San Giovanni (líneas A-C, o a.C, dada la edad de algunos de los 40.000 objetos encontrados cuando pasó por allí la tuneladora, al lado de San Juan de Letrán).
La C es la de Pigneto, o la del quinto pigneto, según se valore la distancia. No está tan lejos, pero jode el transbordo. En teoría, esta nueva línea metropolitana –la C- llevará directamente, cuando esté terminada, de la zona de los Foros y del Coliseo a Pigneto en menos que se come un león a un cristiano. Se empezó a construir en 2007 y la idea era acabarla en 2020, pero no d.C., sino d.S.V.C. (después de la Segunda Venida de Cristo). Si está para 2025 ya podemos lanzar todas las campanas de Roma al vuelo.
El retraso de años se debe, corrupción aparte, a que la tuneladora se topa cada pocos centímetros con los restos de la Antigua Roma. El año pasado los supervisores arquelógicos de la obra tuvieron que ir al Panteón a rezar a todos los dioses para que no se tambaleara el Coliseo con las vibraciones, pues la tuneladora pasó a solo 13 metros del anfiteatro. Y en esas andan, tal como contaba en febrero de 2019 Mercedes Arancibia en un interesante artículo publicado en Periodistas en español.com.
Ya en el tren –sin conductor, una novedad de la línea C- a uno le da por pensar que dentro de otros dos mil años estos túneles también serán una ruina más serpenteando entre las ruinas de ese gigantesco hojaldre de historia que es la ciudad de Roma. Eso sí, hay numerosas estaciones que albergan un museo arqueológico gratuito en el vestíbulo con todos los restos hallados escaleras abajo.
El rollito street art
Ya en el barrio, los murales con grandes rostros que adornan muchas fachadas decadentes de Pigneto hacen que te sientas en el Kreuzberg berlinés, en el madrileño Lavapiés, o incluso protagonizando un vídeo de Pantomima Full.
Mucho antes de la moda del street art, aquí rodó Pasolini su primera película -Accattone- y tomó planos Rossellini para su Roma cittá aperta, entre otros neorrealistas que también se dejaron caer por Pigneto, como Visconti o Vittorio de Sica. No hay nada como documentarse en internet. Hasta quince películas italianas se han rodado en estas calles.
Sabor, sabor
Estos directores, y actrices como Monica Vitti, tan guapa, iban al Necci, el local más emblemático de Pigneto. Lleva desde 1924 soportando fascismos, bombardeos, reconstrucciones, democracias, corrupciones y gentrificaciones sin perder el pulso a la hora de servir un buen Negroni, o unas alcachofas sobre crema de pecorino a modo de entrante para comer. Es un bar con mucho sabor, que ha sabido adaptarse al ritmo de los tiempos en un barrio donde ahora surgen restaurantes que se ve a la legua que su ritmo lo marcan unos pocos meses de tiempo.
No es el caso de Pigneto 41, otro clásico del barrio, donde solo por volver a tomar su “matriciana” (sic) con guanciale crujiente, o sus spaghetti con naranja e hinojo valdría la pena pagar un billete de avión. Otro sitio a tener en cuenta: la Trattoria Pigneto ubicada en uno de los edificios dañados por el bombardeo del verano del 43, con mesas corridas donde tomar, por ejemplo, unas albóndigas con tomate en las que se podría resumir toda la comida casera de la clase media italiana.
Luz de domingo
Y por supuesto la luz, la luz de un domingo por la mañana acariciando los visillos del apartamento, el sonido cercano de unas campanas, el sabor de un panettone bien esponjoso mojado en el café del desayuno… Quizá no haya mayor lujo que sentirte integrado en un lugar y saber que ese lugar, una calle, un barrio, una luz, forman ya para siempre parte de tu ser. Así me ha ocurrido con Pigneto, que me sigue acompañando en la memoria y a donde estoy deseando volver.