Quién sino tú me fue enseñando
a conocer las fases
de la resistencia, plácida mano que diseminaba
su alivio por los años y prendía
una oscilante luz de recompensas y conformidades
alrededor de la razón.
Quién sino tú me fue alejando
de la comarca donde residía
ese locuaz cadáver que sigue siendo el mismo
con el que disputé la noche aquella
de la devastación primera de la edad.
Quién sino tú me hizo volver
adonde un día fue la vida benigna
y la felicidad se parecía mucho
a un cuerpo adormilado entre las dunas,
mientras iba el silencio amortiguando
las rudas destemplanzas de la mar.
Quién sino tú estará buscándome
en lo oscuro, conducida
por los destellos de sus propios ojos,
asida al barandal bellísimo del sueño,
tan dulce, tan veraz, tan sin historia.
Quién que no tú vendrá a advertirme
que el pasado
no ha terminado todavía de pasar.
José Manuel Caballero Bonald. Quién sino tú. (La noche no tiene paredes. Seix Barral, 2009)
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