Hay olores que no se te olvidan en la vida. Como el de polvo mezclado con sudor viejo que desprendía el fundador de ETA Julen Madariaga cuando le entrevisté –junto a Fredy Abizanda, autor de la foto- en su despacho de abogado, situado en el centro de Bilbao. Fue en marzo de 1998, y escribo este post para situar en su contexto aquella entrevista, que podéis leer en este pdf:
ENTREVISTA A JULEN MADARIAGA 12-3-98
No soy muy dado a recordar “hazañas bélicas” de mis años en interviú, pero voy a permitirme esta excepción por distraerme un rato del confinamiento vírico y porque mi compañero Pedro Avilés y mi amigo de Facebook Eduardo Boix me han pedido que rescatara aquel trabajo periodístico. Va por ustedes.
LA SERIE
Viene todo esto a cuento de la miniserie –muy recomendable- ‘La línea invisible’, de Mariano Barroso. Narra los primeros años de la organización terrorista hasta el primer asesinato de la banda, el del guardia civil José Antonio Pardines, en 1968. Es decir hasta que cruzaron la línea que lleva al terror. En una época, quede claro, en que a las fuerzas franquistas no hacía falta hablarles de línea alguna, pues llevaban instaladas en el terror desde el 36.
Entre los ideólogos que fundaron ETA aparece en la serie el personaje de “El inglés”, un señor muy elegante que vive en una villa del País Vasco francés y al que llaman así por tener estudios de Derecho en Inglaterra; y que además de impartir doctrina repartirá las primeras armas conseguidas en el mercado negro internacional. No es difícil identificarlo con Julen Madariaga Agirre, por más que Barroso haya podido concretar el perfil de varios fundadores de la banda en uno solo.
EL PERSONAJE
Nacido en Bilbao en 1932, Madariaga es hijo de un destacado militante del PNV que se exilió en Chile durante la Guerra Civil. Julen regresó a Bilbao en 1942 y, concluida la enseñanza secundaria, estudió Derecho en Reino Unido, donde se doctoró en la universidad de Cambridge (igual que se relata en la serie). En 1959, ya instalado en el País Vasco francés, participó en la creación de ETA junto a José María Benito del Valle, Eneko Irigarai y José Luis Álvarez Enparantza, “Tillardegi”, entre otros.
En 1964 fue expulsado de Francia. Marchó a Argelia junto a Irigarai. Fue uno de los primeros etarras que se instalaron en el país magrebí, bajo el nombre de guerra de Ahmed. Allí estuvo 18 meses, buscando campos de entrenamiento y dedicado de lleno a comprar armas, entre otras actividades. Todo esto lo cuenta con todo lujo de detalles Sagrario Morán Blanco en su tesis doctoral “La cooperación hispano-francesa en la lucha contra ETA” (https://eprints.ucm.es/1856/1/T20882.pdf), fechada en 1996.
EL CONTEXTO
Cuando entrevisté a Madariaga, en 1998, hacía diez años que había sido detenido, juzgado y condenado en Francia a cuatro años de prisión por colaboración con ETA. Salió de la cárcel en 1991 –con prohibición de residir en el País Vasco francés durante una década- y fijó su residencia en Bilbao. Allí fue donde montó el bufete de abogados. Quizá ese olor que desprendía tenía algo de perfume del talego y también cierto aroma amargo a clandestinidad, que no se quita por mucho que intentes lavar tu conciencia. En enero de 1995 abandonó la formación abertzale Herri Batasuna –previa supuesta salida anterior de la organización terrorista- porque sus dirigentes se habían negado a condenar el asesinato del concejal del PP en Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez.
¿Había abandonado Julen Madariaga realmente ETA? Ahora pienso que no. Cuando estuve con él, no hacía ni un año del asesinato de Miguel Ángel Blanco. “Se estaba a punto de conseguir un gran avance en materia de presos –dijo al respecto– Pero ETA, con su actuación, se cargó de un plumazo esta estrategia. Ni el Cesid [hoy el CNI] lo hubiera hecho mejor”.
LA EXTORSIÓN
Entiendo que como abogado le interesase mucho el “frente de presos”. Y que le preocupara la financiación de la banda, quizá para poder cobrar sus honorarios. De ahí que, en 2006, cuando ETA declaró un alto el fuego con Zapatero como presidente del Gobierno (tregua que saltó por los aires en diciembre de ese mismo año con el atentado en la T-4 del aeropuerto de Barajas), declarara a un periódico francés: “¿Cómo podrá ETA resistir a la presión financiera sin recurrir al impuesto revolucionario?”
La pregunta la hizo en abril, un mes después del alto el fuego, y la respuesta la tuvimos en junio, cuando el juez Fernando Grande-Marlaska (el actual ministro de Interior) le detuvo junto a otras once personas en una operación contra el aparato de extorsión de ETA. Quedó en libertad bajo fianza. Ahora, con 87 años, sigue viviendo en Iparralde.
Termino con una reflexión sobre el terror y el horror. El terror dejó en España 864 muertos y miles de vidas destrozadas en los 60 años que existió ETA. El horror ha sido capaz de superar esa cifra en un solo día. Se llama coronavirus y es la más espeluznante distopía que nunca hubiéramos podido imaginar.