Este dibujo lo firmó Julio Cebrián en 1998. Lo traigo al blog por cuanto tiene de amarga actualidad cacerolera y porque lleva inscrita en su revés la historia de cómo empecé a alternar el periodismo con el humor, una forma de entender la vida que me dio de comer durante veinte años y que aún hoy me sirve de divertimento.

De cuando la corona ya era un virus…

En mayo de aquel 1998, con el primer gobierno de Aznar al frente, salió a la calle el suplemento de humor de interviú “¡A las barricadas! Primera revista europea de autodefensa para demócratas”. El título, y el lema, lo decían todo.

 

Heredera de ‘La Codorniz’ y de ‘Hermano Lobo’semanarios satíricos que marcaron mi infancia y adolescencia- en las “Barricadas” colaboraron muchos de los que hicieron posible hacer reír a la gente en plena dictadura. Empezando por Julio Cebrián, que realizó este dibujo para el lanzamiento del primer número del suplemento, y siguiendo por los maestros Forges, Carlos Boyero, Boadella, Sir Cámara, Gila, Máximo, Quim Monzó, Romeu y Vázquez Montalbán, entre otros muchos.

Al frente del invento estaba el entonces director Agustín Valladolid, a quien tanto debo y con quien tan a gusto como y bebo cuando las pandemias nos dejan reírnos de la vida. Allí me puso el jefe de currito, donde me estrené coordinando y editando a los grandes. Fue el primer paso. Cerradas las “Barricadas”, me tocó hacer “Sin Acritud”, sección de humor de interviú en la que apareció la primera “Portada imposible” de la revista, allá por septiembre de 2001, pocos días después del atentado de las Torres Gemelas y ya con Jesús Maraña al mando de la revista. No dejé de hacer la “Portada imposible”, -y cientos de reportajes de todos los géneros y subgéneros-, hasta que en enero de 2018 los grandes jefes y acreedores de Grupo Zeta decidieron que lo realmente imposible era sacar interviú a la calle. De eso hablaré otro día.

El 24-M se parece mucho a un 20-N

Hoy vengo a rescatar el dibujo de Cebrián entre los bocinazos de unos seis mil coches que se han dedicado a recrear por las calles aquellas celebraciones del 20-N que tanto sufrimos durante años en las principales capitales españolas. Los fachas siempre terminan haciendo el mismo paripé, pero es porque no tienen nada de humor y, por ende, nada de ingenio.

Marcos de Quinto, tras darse de baja en Ciudadanos

Ajeno a los ruidos, y a las cacerolas en las que cuecen su rabia quienes no pudieron llegar al poder por las urnas –ahí sí que hicimos ruido voto a voto y bien que les jodió-, me da por recordar un chiste de Julio Cebrián en La Codorniz, que creo que viene muy a cuento entre tanta crispación.

Allá por 1966, siendo ministro de Información y Turismo Manuel Fraga, padre de la actual derecha y su exaltada derechona, se promulgó la Ley de Prensa, todo un canto a la censura informativa que impedía hacer chistes que fueran en contra de los Principios del Movimiento Nacional y, por supuesto, de Franco. Pues al bueno de Cebrián, con un par, no se le ocurrió mejor cosa que llevar a portada un dibujo del Consejo de Ministros en el que estaban sentados Carrero Blanco, Fraga, Silva Muñoz, Oriol…y un hueco: el de Franco. Se salvó: no pudieron darle caña porque no aparecía el dictador.

Eso es ingenio. Y a Cebrián le sobraba. Tanto que, 22 años después, su chiste de “¡A las barricadas!” parece un retrato hiperrealista de los vecinos de Núñez de Balboa. Esos mismos que unos meses antes de la pandemia también salieron a la calle envueltos en banderas porque los demócratas, igual que Julio Cebrián, habíamos vuelto a dejar un hueco en el lugar de Franco, esta vez en su tumba del Valle de los Caídos. Y para siempre.