Justo un año antes de morir, Borges estuvo en la Feria del Libro de Madrid y firmó 333 libros de su última obra: Los Conjurados. Recabé este dato de un artículo que escribió la periodista peruana Fietta Jarque en El País. Aún suelo hurgar en las librerías de viejo por si un extraño azar me permitiera hacerme con un ejemplar. No por su rúbrica, ese absurdo fetichismo, sino por la cifra, como traída por un ángel semicaído que hubiera dejado estos versos:
Nubes (1)
No habrá una sola cosa que no sea
una nube. Lo son las catedrales
de vasta piedra y bíblicos cristales
que el tiempo allanará. Lo es la Odisea,
que cambia como el mar. Algo hay distinto
cada vez que la abrimos. El reflejo
de tu cara, ya es otro en el espejo
y el día es un dudoso laberinto.
Somos los que se van. La numerosa
nube que se deshace en el poniente
es nuestra imagen. Incesantemente
la rosa se convierte en otra rosa.
Eres nube, eres mar, eres olvido.
Eres también aquello que has perdido.