Todo está en calma ahora, y sigilosamente
arden los aires su derroche de púrpura,
se incendian las vidrieras del oriente
y el faro pestañea cada vez más osado.
Bajo una malla de quebrados vuelos
el tiempo se detiene y acaricia
el patio y sus secretos en silencio:
los desconchados muros, las pizarras,
entrañas de la tierra entre mis dedos,
un almendro cansado y el agua que se aferra
al geranio, sus yemas y colores,
calor de pan en los bancales negros,
y en los gatos ariscos mansedumbre.
Esa mansa locura que todo lo penetra
y extravía miradas y solidarias risas.
Porque yo ya soy otro. Como el mar es extraño
sobre la misma costa, contra el pueblo diverso
e inmóvil en la roca. Como la luz es otra
poco a poco, y la misma. Y es el día. Y la noche.