La lentitud del que nada espera,
hastiados los ojos de tanto y tanto asombro,
dolor en la piel, tan encendido
que ya ha dejado de quemar cuando aún arde.
Ver con otros ojos lo que otros ojos vieron,
hacer el mismo mapa que solo puede ser distinto
y recorrerlo con iguales pasos y tan propios
que acabarán por ser auténticos, como es real
la noche improbable que ha pasado,
la equívoca jornada que conduce,
con la lentitud del que nada espera,
a todo lo soñado y lo posible.
Jaime Alejandre: La lentitud del que nada espera
(Derrota de regreso. Huerga & Fierro, 2005)
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