Os seguiré dedicando mis escritos

El 11-M me marcó. Catorce años ya, y aún recuerdo a Lucía Méndez llamando a la COPE, a eso de las 7.45 a.m., mientras me afeitaba, para contar que había estallado una bomba en las vías de tren de Atocha y el horror que estaba presenciando desde su ventana. Vivía en la calle Téllez. Periodista.

10-M de 2018. Hipertexto. Me pierdo por las páginas digitales. ¿Navegar? Mentira. Quien navega tiene un rumbo. Me dejo revolcar por las olas de internet. Y leo esta respuesta de Noam Chomsky en una entrevista a elpais.com:

“Hace ya 40 años que el neoliberalismo, de la mano de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, asaltó el mundo. Y eso ha tenido un efecto. La concentración aguda de riqueza en manos privadas ha venido acompañada de una pérdida del poder de la población general. La gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria con trabajos cada vez peores. El resultado es una mezcla de enfado, miedo y escapismo. Ya no se confía ni en los mismos hechos. Hay quien le llama populismo, pero en realidad es descrédito de las instituciones”. Genio.

No se puede decir mejor. O resumir mejor mi vida laboral. Y la de otros muchos millones de cincuentañeros. A mí me han tirado de un tren analógico a vapor en marcha. Estoy herido, pero no parece grave. Ya hacía años que intuía que se iba más rápido por la vía digital. Y siempre sin destino, que lo nuestro es contar lo que pasa mientras vamos camino a ninguna parte.

11-M de 2004. Me ducho. Ya sé que hay lío en Atocha y que no van a funcionar bien los trenes de Cercanías. ¡El único día en su puta vida en que está justificado que no funcionen bien! Es un atentado terrorista. Es el notición del año, a tres días de las elecciones generales. Decido irme en coche a trabajar. Con la radio puesta. Y ahí me voy enterando de todo. Llego a la redacción. Nadie. No. Llega también Germán Gallego. O no llega: vive ahí. Es periodista y fotógrafo. O al revés, que es mucho mejor. Y nos vamos. Cuando nos llaman los jefes, ya estamos Germán y yo, desde hace dos horas, en el Pozo del Tío Raimundo. Humildes. Él con su cámara, la que salvó y justificó tantos reportajes, y yo con las siete palabras que han marcado siempre mi oficio: “Papel y lápiz y a la calle”. Fundido en negro, muy negro.

Cordón policial. Vecinos del Pozo arremolinados en la estación, preguntando por sus familiares. Un chaval que ha vuelto andando por las vías desde donde se produjo la explosión, perdido como un perro sin dueño, pero vivo. Y llamadas y más llamadas al teléfono móvil, aquel zapatófono de entonces. El caos.

Madrid 11 M

Un día, años después, me acerqué antes de subir al AVE, en uno de mis viajes de trabajo, al memorial por las víctimas del 11-M que hay en la estación de Atocha. Y no he dejado de hacerlo desde entonces. Aquel día decidí dedicar a cada uno de los fallecidos, por el mismo orden alfabético en que la vida y la muerte los puso, mis respectivos reportajes. Pueblos perdidos donde han encontrado uranio, madres con hijos acosados en la escuela, famosas marbellíes, musulmanes radicalizados hasta el extremo de inmolarse horas después de echar un partido de futbito, acosadores de balneario, víctimas de ETA reconvertidas al independentismo… Todos esos reportajes llevaban, junto a mi firma, el nombre oculto de Eva Belén Abad, de Óscar Abril, de Liliana Guillermina Acero, de Florencio Aguado, de Juan Alberto Alonso y de tantos otros a los que dediqué en silencio la oración de mis palabras. Me quedé en Stefan Budai. Luego murió interviú y me echaron de Grupo Zeta. Pero aún me quedan muchas víctimas a las que seguir dedicando mis escritos. Y espero poder darle dos o tres vueltas a la fatídica lista. Lo dijo una abuela, llorando, el 12-M de 2004, un día después de los atentados. Y he hecho mías sus palabras: “Los conocía a todos. Eran obreros, como yo”.

 

P.D.: Sí, muchos días cambio de la SER a la COPE, o a cualquier otra emisora, porque no soporto los anuncios con que intentan trepanarnos el cerebro al amanecer. Y mira por dónde, aquel 11-M estaba allí Lucía Méndez. Periodista, como yo.