Esta foto es inédita. Se la hizo Pablo Vázquez al compañero Germán Gallego en los primeros años noventa, cuando ya se barruntaba que interviú iba a dejar de ser el interviú guerrillero de la Transición para convertirse en una revista más acomodada, más acorde con la cultura neocapitalista imperante, bajo cuyo abúlico peso acabaría sucumbiendo años más tarde. Escribo esta rojería porque sé que es lo que le hubiera gustado leer a Germán, ahora que nos ha dejado. Aunque tampoco creo que ande muy desencaminado.
La última vez que le vi fue en marzo de 2017. Ya andaba jodido el hombre, recién salido de un ictus y con un pasado demasiado cargado de silencios. Nos encontramos en un homenaje a José Luis Morales, ofrecido por otros compañeros de la vieja guardia roja de interviú. Allí estaban, aparte del emocionado y siempre emocionante canarión, Rafa Gómez Parra, Alfredo Grimaldos y Eduardo Albaladejo, con quienes he tenido el honor de compartir Sur, finos y algún que otro reportaje.
También intervinieron Manuel Blanco Chivite y Andreu García Ribera –El Otro País-, que recordó estas palabras de Germán, muy ilustrativas de su vida y de su trabajo como reportero gráfico: “Tú mira mis fotografías: la policía siempre está enfrente. Y mira las fotografías de ahora: son los manifestantes los que están enfrente. ¿Y eso qué quiere decir?, que todos estos nuevos reporteros están con la policía. Y yo estaba siempre con los que se manifestaban”.
Y lo mismo se “manifestaba” un recién nacido congelado –cuya foto sigue de plena actualidad por el indignante asunto de los bebés robados-, que retrataba a Marcelino Camacho en su casa, a la hora del desayuno, o dejaba constancia de los graves altercados en Vitoria, en el funeral que se celebró en 1977 por los cinco obreros asesinados el año anterior. En blanco y negro fotografió a los grises, y la imagen quedó archivada en nuestro particular argot de interviú como “la de los gases lacrimógenos”.
Los cromos de Germán
Otra más de nuestra jerga: la de “la alfombra del 23-F”, agazapado tras un sofá junto al escolta de un ministro. La alfombra y también el guardia civil que se ve al fondo, metralleta en mano, sin enterarse de que Germán ya había disparado primero.
Extraigo estas fotos, con permiso póstumo, del blog Los Cromos de Germán, ese intento de digitalizar su maestría analógica con el blanco y negro que apenas le duró cinco años: de 2010 a 2015.
A mí me enseñó una gran lección: la de ir siempre un paso por delante, mientras él iba uno por detrás. Me explico: nos tocó asaltar a un “malo” en plena calle, por el puente de Vallecas. Cuando estaba a punto de llegar al incómodo encuentro con el personaje oí a Germán susurrarme por detrás, con la cámara colgando a la altura del estómago: “tranquilo, que ya lo tengo hecho, por si nos dice que no quiere fotos”. Y no, no quiso fotos. Pero ahí le teníamos nosotros, con esa única imagen con la que salvábamos sobradamente el tema.
Un personaje de novela
A Germán le bastaban cuatro fotos, y otras pocas palabras, para cubrir un reportaje. Pero eran las fotos y las palabras justas, como bien contaba hace unos días, en Facebook, el compañero Pedro Avilés, coetáneo de fatigas: “Germán era uno de los mejores fotógrafos con los que trabajé en la revista y un profesional de gran recorrido que, en sólo una semana de su vida profesional, podía vivir todo lo que cualquiera de vosotros no vive en una vida completa. En Katoucha, mi novela, le dediqué un lugarcito. Los que la hayáis leído quizá lo recordéis. Le llamaba Gonzalo Gallego, y apuntaba uno de sus perfiles. Sirva de homenaje a un gran compañero que se ha ido: «¡Joder, Gonzalo Gallego!, uno de los mejores. Cincuenta y cinco años. Había vivido todo lo que se puede vivir como fotógrafo de prensa, entre otras, sacar un carrete del Congreso de los Diputados dentro de un zapato cuando el capullo fascista de Tejero intentó dar un golpe de Estado en nombre de todavía no se sabe bien de quién. Un tipo listo que se hace cargo de cualquier tema. Sólo había un problema con él: bebía como un cosaco quirguiz. Pero ese problema no tenía por qué ser un problema. Me explico: GG jamás había fallado en un reportaje. Si en un trabajo tuyo te cagabas porque hacía sólo ocho fotos en tres días, las ocho fotos que tiraba GG eran las fotos del reportaje. No sobraba ni faltaba ninguna».
Lo dicho. Y que la tierra te sea leve, compañero.
(Germán Gallego falleció el 1 de diciembre de 2018. Tenía 67 años)