Me pasa mi amigo Luis la primera página del libro de Pedro Sánchez con los subrayados que podéis ver en la foto y una observación cargadita de ironía: “engancha desde el principio”. Es cierto. Basta echar una ojeada al ‘Manual de resistencia’ del presidente del Gobierno para quedarte prendado con su estilo y su sintaxis. O con su VTC, que es la sin-taxis de nuestros días.

No hay por qué pedir que un libro escrito por un político –o por una secretaria de Estado haciendo de negra, sobre blanco, del sujeto–, tenga que ser un dechado de literatura. Casos ha habido en la historia, y con un polémico premio Nobel incluido, como ocurrió con sir Winston Churchill y sus seis tomos de memorias sobre la II Guerra Mundial. Aunque no creo que el célebre estadista británico dedicara página alguna de sus recuerdos políticos a hablar del colchón que se encontró al llegar al 10 de Downing Street. Son otros tiempos, claro, y ahora unas memorias políticas te las puede presentar hasta Mercedes Milá con aspavientos de Gran Hermano mientras cotillea sobre Albert Rivera y Malú. Una profesional.

Pero, al menos, Ediciones Península (Grupo Planeta) podía haber cuidado un poquito la edición de la obra, por el bien de sus sufridos lectores. Que en solo once líneas se repita tres veces “primera decisión”, dos “presidente del Gobierno” y otras tantas “colchón”, por no entrar a valorar el uso incorrecto de las comas y de algunos verbos, da cuenta de cómo anda el sector editorial en nuestro país. Y también del interés que han puesto en su revisión tanto el autor como la ejecutora material del texto, actual responsable de la secretaría de Estado de La España Global, la otrora Marca España, que ya tiene delito.

LA RESISTENCIA BIZANTINA

No voy a entrar a valorar el contenido del libro, ni tampoco haré leña del “frayluisdeleón” caído, pero sí quiero enfrentarlo con un ejemplo histórico de resistencia que he leído hace unos días en ‘Constantinopla 1453”, de Roger Crowley (Ed. Ático de los Libros).

De los muchos asedios que sufrió la capital de la cristiandad a lo largo de su historia, hubo uno, en 717, que demostró la increíble capacidad de aguante de los bizantinos. En agosto de ese año, el emperador León III*, que había sido coronado unos meses antes, se encontró con un ejército de 80.000 hombres atrincherado a lo largo de todo el perímetro de las murallas terrestres de la ciudad y una flota de 1.800 barcos bloqueando el estrecho. Como para salir a dar una vuelta.

Crowley relata así los detalles del cerco: “El general musulmán, Maslama, se dio cuenta muy rápido de que las murallas de la ciudad eran invulnerables a las máquinas de asedio. Esta vez los árabes iban a optar por un bloqueo completo”. Y esto es lo mejor: “Un detalle que muestra hasta qué punto estaban decididos  a sostener el asedio cuanto fuera necesario es el hecho de que el ejército musulmán había traído consigo semillas de trigo. En otoño de 717 araron la tierra y plantaron las semillas fuera de las murallas para recoger la cosecha a la primavera siguiente. Y a continuación se sentaron a esperar”.

Y aun así, resistió Bizancio. Sin que al emperador se le ocurriera escribir ningún libro y sin tener que llamar a ‘Sálvame’ para criticar al toro o a los musulmanes de la Vega.

*En el libro, también mal editado y corregido, pone León II. Y así lo consigné, confiado y sin contrastar, cuando subí este post. Doy las gracias a H.L. por su amable observación y procedo a corregirlo.