Hoy me voy a ir a la cama con la agradable sensación de haberme quitado un muerto de encima. Supongo que como muchos españoles, pero es que en mi caso es literal. Esta mañana, esa periodista por contagio en que se ha convertido mi querida Yolanda, ha logrado grabar en vídeo el vuelo del helicóptero con los restos de Franco justo cuando pasaba encima de nuestra casa.
Allí iba, anclada y bien anclada, la mojama dictatorial el día de su Primera Exhumación, por el camino aéreo que va a la ermita -la de Mingorrubio-, en un viaje que ha durado 44 años y 15 minutos, aproximadamente. Y aquí abajo, por la A-6 que también vemos desde casa, marchaba el cortejo fúnebre con los restos vivientes de Franco, esa Santa Compaña que aún campa a sus anchas por fincas y pazos de España y por varios aparcamientos subterráneos de Madrid, entre otras propiedades de las que gozan gracias al sátrapa del abuelo, que les dejó las espaldas guardadas y bien guardadas.
«¡Al subuselo todo el mundo!»
El título de este post, la ignominia, viene a cuento de lo ocurrido puertas afuera del cementerio de Mingorrubio. Y no ya por el asco y la indignación que he sentido al ver pasearse al golpista Tejero entre vítores y arengas anticonstitucionales de unos trescientos fascistas y neonazis que, en países como Alemania, estarían ahora mismo detenidos.
Ya lo apunté en el post de hace unos días -¡A volar!-, cuando hablaba del destino final del nazi Rudolf Hess: tirado al mar sin mayores miramientos.
Pero lo que más me ha enervado ha sido esa displicencia chulesca de los Franco, esa imagen del tal Francis acercándose a los medios de comunicación, con un cura y una bandera franquista a sus espaldas, para decir que “el Gobierno ha profanado el sepulcro de nuestro abuelo con grave atropello de nuestros derechos”. ¿Qué derechos?, me pregunto. ¿Los de los 34.000 muertos que aún siguen en el Valle de los Caídos, cuyos huesos fueron profanados a bulto por orden de vuestro abuelo? ¿Los de los fusilados y tirados a la cuneta sin tantos miramientos como los que se han traído para meter el ataúd de la momia en el helicóptero?
No ha sido el Gobierno solo. También han sido el Parlamento y la Justicia democráticos, esas instituciones en las que no han creído, ni creerán en su aburguesada y fascistoide vida, los nietos y bisnietos del dictador, esa estirpe que ojalá fuera condenada a cien años de ostracismo y no tuviera jamás una segunda oportunidad sobre esta tierra.